sábado, 5 de junio de 2010

De compras por la cueva

David A. Holmes es un psicólogo forense especializado en psicopatologías bastante peculiar. Profesor en la Universidad Metropolitana de Manchester, de vez en cuando se descuelga con noticias bastante coloristas. Por ejemplo, en 2006 se inventó la fórmula matemática para medir la perfección del trasero femenino, se supone que después de dedicarse a medir esa formación anatómica.

El buen profesor decidió que varias eran las variables a tener en cuenta: forma, redondez, el bamboleo muscular, la firmeza, la textura de la piel y la relación cadera-cintura. Pero lo más fascinante fue cuando en las entrevistas Holmes llegó a afirmar que para trasero perfecto el de Kyle Minogue; nada de Jennifer López, otrora conocida como el culo de Hollywood. Y yo me pregunto cómo el buen profesor determinó los valores para decidir que ambas brincaban los 80 puntos.

Pues bien, hace poco más de un año nuestro inmarcesible psicólogo decidió que el shopping tenía su origen en los albores de la Humanidad. Y uno se pone a pensar en los Picapiedra. Aunque después de lo de los culos, la imagen que surge espontáneamente es la de Rachel Welch en la película Hace un millón de años. Porque vaya modelitos.

No se asusten, que eso es lo que dice Holmes. “Los cazadores-recolectores escogían las cosas útiles de las que no les servían ni para mantenerse, ni para darles calor o confort; una destreza que al final nos llevó a sentirnos cómodos comprando en los centros comerciales”.

Todo este descubrimiento fue debido a un estudio encargado por el centro comercial de Manchester Arndale pues se sorprendieron (?) del aumento de visitantes en enero. “Seleccionábamos en las cuevas con un fuego a la entrada, y repetimos este hecho en los cálidos centros comerciales yendo de tienda en tienda sin enfrentarnos a vientos heladores”. No estaría de más que nos explicara en qué datos arqueológicos se ha basado o cómo ha podido deducir el comportamiento de nuestros milmilenarios ancestros. Para empezar. Solo hace falta que diga que el shopping es genético y que está enterrado en el par cromosómico XX. Así cierra el círculo de tamaña chorrimemez.

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