sábado, 7 de agosto de 2010

Ciencia de sexo

Escribo desde Montreal, entre experimento y experimento en un laboratorio de neurobiología de la Universidad de Concordia. ¿Qué hago aquí? Ver cómo estimulan el clítoris de ratitas para investigar los mecanismos fisiológicos de la excitación sexual femenina.

¿De qué rincón escondido de mi cerebro salió la idea? Ya querría yo saberlo... Quizá alguno de vosotros recuerde un post de hace año y medio donde describía mi encuentro fortuito con Mayte Parada en un congreso de neurociencia. Mayte me explicó que estaba estudiando si a sus ratitas les gustaba realmente que les estimularan sus clítoris con un pincel, y si preferían roces constantes durante un minuto, o breves contactos intercalados cada 5 segundos. (ya te avanzo que lo segundo sí).

Cómo… ¿que para qué sirve esto? Pues para tener un modelo animal con el que estudiar los circuitos hormonales y nerviosos de la respuesta sexual femenina.

No te sulfures; lo extraño es que nadie lo hubiera hecho antes. Sobre todo después de tantos años investigando lo mismo pero en excitación y erección masculina.

De acuerdo; tus quejas sobre hasta qué punto se pueden extrapolar estos datos a humanos son muy lícitas. Pero cuidado con este argumento; porque lo mismo podríamos decir de tantísimos modelos animales utilizados para investigación básica en la memoria, adicción, alzheimer, estrés… ¿por qué el sexo debería ser diferente?

Sí; todos estamos de acuerdo en que el comportamiento sexual de ratas y humanos es muy diferente. Pero recuerda que hay cosas en las que la selección natural no se la juega, y la reproducción es una de ellas. Existen circuitos cerebrales primitivos, señales químicas, y aspectos fisiológicos básicos asociados al placer sexual que están evolutivamente muy conservados tanto en ratas, macacos, lagartos, como humanos.

¿Y qué? ¡Cómo que “y qué”! Pues que hay personas martirizándose porque creen que sus problemas de falta de deseo, o de no excitación física (ambas relacionadas pero tratadas por separado por muchos investigadores), dolores, anorgasmia… son culpa de su mente o falta de voluntad, cuando en algunas ocasiones dichos trastornos pueden tener un origen exclusivamente físico. Sin duda merece la pena ser investigado, y lo realmente extraño es que la ciencia no haya empezado antes a abordar a fondo este asunto (y algunas instituciones todavía no lo han hecho). No es mi intención ponerme serio hoy, pero quizá otro día si hablemos de la censura que grupos conservadores han hecho sobre estudios de comportamiento sexual (antecedentes en este artículo), o porqué en EEUU para conseguir financiación es mejor asociar el sexo a un contexto negativo que a otro positivo.

Pero sigamos con las ratitas de Mayte… Con el experimento que estaba realizando hoy, Mayte pretendía analizar el papel de un par de hormonas en la satisfacción sexual. Para ello provocaba primero que un grupo de ratas estuvieran receptivas a ser copuladas… ¿que cómo lo conseguía? Fácil: hace 48 horas les inyectó una dosis de estrógenos, esta mañana un poco de progesterona, y a las 4 horas su cuerpo cree estar en plena ovulación y las ratas se comportan con total predisposición a ser excitadas sexualmente.

Entonces Mayte las coge con cariño, les levanta la colita, y les acaricia el clítoris 3 o 4 veces con un pincel bien lubricadito. Las suelta, deja pasar 5 segundos, y repite la operación durante un minuto. A continuación las deja 2 minutos en una caja con un determinado color, textura, y olor, para que el animal asocie la experiencia a ese entorno concreto. Las saca, y repetirá todo el proceso 5 veces. Dejará pasar dos días, volverá a inyectar estrógenos, progesterona, y repetirá el experimento hasta que las ratitas hayan aprendido a asociar la estimulación clitoriana con esa habitación concreta. Finalizado el proceso, las volverá a meter en la caja pero esta vez abriendo una puertecita para que la rata pueda quedarse en esa habitación o ir a otra contigua si lo prefiere. El tiempo que pase en cada habitación indicará lo satisfactoria que le resultó la experiencia.

Te puede parecer extraño. Y de nuevo, tenemos permiso para ser suspicaces. Pero el Conditioned Place Preferente (CPP) es un método estandarizado y utilizado durante décadas en animales de laboratorio para establecer cuan satisfactorio ha sido un estímulo concreto.

La gracia del estudio de Mayte es que otro grupo de ratas sólo recibió inyección de estrógenos, y unos individuos controles ninguna de las dos hormonas. Como a diferencia de los humanos, las ratas sólo desean aparearse en el momento de la ovulación, Mayte pondrá a prueba el grado en que influye la progesterona en el deseo y satisfacción sexual.

Sí; lo se. Tienes preguntas más interesantes relacionadas directamente con la sexualidad humana. Yo también las tenía. De hecho, y recapitulando, estoy en Montreal porque en el encuentro de hace año y medio con Mayte me dijo que algún día debería hablar con su jefe, Jim Pfaus , “porque lo sabía todo sobre la ciencia del sexo”. Le puse a prueba hace unos meses cuando le llamé para preguntarle si las pupilas se podían dilatar de golpe en pleno orgasmo. La hora larga de conversación telefónica que mantuvimos sobre ello, sobre la científicamente absurda distinción entre orgasmo clitoriano vs vaginal, las vías de excitación de paralíticos en función del lugar de la lesión, el funcionamiento de la viagra, la influencia de Alfred Kinsey, la reciente integración de urólogos, psicólogos, psiquiatras, endocrinólogos e investigadores en el nuevo concepto de medicina sexual… fue tan apasionante, que cuando me invitó a visitar su laboratorio no dudé en prometerle que pronto lo haría. Aquí estoy en pleno turismo científico, y dispuesto a explorar un poquito más esta encrucijada que es el estudio científico del sexo. Empezamos con ratitas; pero enseguida llegaremos a los humanos…escrito por Pere Estupiny

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